viernes, 16 de enero de 2015

EL Recuerdo de una Helada Noche


Y ahí estoy yo, corriendo en medio de la noche por la amplia carretera que conduce a las afueras de la ciudad.

Me siento asustada y a la vez feliz de salir de aquella prisión que comúnmente la gente llama hogar. Estoy en la parada del tren, la noche es helada y por mas que froto mis manos para mantener el calor, no puedo evitar temblar.

Al dar la media noche, el tren a arribado; Me apresuro a entrar a uno de los vagones mas cercanos, la temperatura ha cambiado y mis mejillas comienzan a recuperar su color habitual. Miro por la ventana y el vapor de mi boca empaña el cristal.

Ya han pasado quince minutos y el tren empieza a partir, meto mi mano dentro del bolsillo derecho sacando a la vista mi pequeño cuadernillo rojo en el cual suelo escribir mis pensamientos; Me resultaba difícil tener que dejarlo en casa así que antes de huir hurgué en el cajón de mi madre hasta poder encontrarlo.
Abro mi cuadernillo, comienzo a registrar la hora y el lugar en donde me encuentro y por supuesto mi próximo destino alguna Universidad para jóvenes escritores y si es posible lo mas retirado del lugar en donde me crié. La próxima vez que abra este cuadernillo será cuando haya realizado mi sueño.

Ya han pasado seis meses, ya viaje en tren, pedí aventones, camine por largas horas, toqué un sinfín de puertas, dormí en las calles, pasé frio, pasé hambre, mis ahorros se acabaron, perdí mi paciencia, mi esperanza, mi Fe e incluso mis sueños.

Hoy es navidad, la gente tiene sonrisas dibujadas en su rostro las cuales me contagia, pero me es difícil sonreír, mis labios permanecen inmóviles, congelados como respuesta del frio.
Un niño se acerca y me pregunta

¾    ¿Tienes frio?
¾    Si, lo tengo.
Me acabo de dar cuenta que es la primera vez que hablo en estos últimos tres meses. Algo esta sucediendo y no logro saber qué es, pero después de unos segundos me doy cuenta que el niño luchaba contra su chaqueta intentando quitársela para cubrirme del frio.
¾    Toma, yo tengo muchas en casa –me dice el niño mientras pone su chaqueta alrededor de mi cuerpo, es tan pequeña que solo me alcanza a cubrir parte de mi cuello.
Antes de agradecerle al niño por su bondad, mi visión comienza a nublarse y caigo desmayada.
Cuando desperté, me encontré en un amplio cuarto con altas paredes blancas, por un momento pensé que había muerto.

Un hombre alto con ojos grises y una impecable bata blanca se acercó a mí y me dijo “Estarás Bien” No entendía lo que sucedía hasta que una enfermera me lo contó todo.

Resultó que el padre del niño que me dio su chaqueta aquel día, me trajo inconsciente al hospital y se encargó de pagar todos mis gastos médicos.  Cuando el señor se acercó conmigo se presentó muy amablemente y me contó que trabajaba como director de una importante universidad para escritores en California, me dijo que había encontrado mi cuadernillo rojo de entre mis viejas ropas buscando a alguien a quien llamar pero solo encontró a una persona con mucho talento, me ofreció la oportunidad de estudiar en su escuela con una beca del cien porciento y posteriormente me quedé a trabajar como maestra de literatura. Hoy en día me siento la persona mas feliz del mundo, he cumplido mi sueño y amo mi trabajo.


Muchas personas piensan que el talento es cuestión de suerte, pero muy pocos saben que la suerte es cuestión de talento.



Fabiola St

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