Y
ahí estoy yo, corriendo en medio de la noche por la amplia carretera que
conduce a las afueras de la ciudad.
Me
siento asustada y a la vez feliz de salir de aquella prisión que comúnmente la
gente llama hogar. Estoy en la parada del tren, la noche es helada y por mas
que froto mis manos para mantener el calor, no puedo evitar temblar.
Al
dar la media noche, el tren a arribado; Me apresuro a entrar a uno de los
vagones mas cercanos, la temperatura ha cambiado y mis mejillas comienzan a
recuperar su color habitual. Miro por la ventana y el vapor de mi boca empaña
el cristal.
Ya
han pasado quince minutos y el tren empieza a partir, meto mi mano dentro del
bolsillo derecho sacando a la vista mi pequeño cuadernillo rojo en el cual
suelo escribir mis pensamientos; Me resultaba difícil tener que dejarlo en casa
así que antes de huir hurgué en el cajón de mi madre hasta poder encontrarlo.
Abro
mi cuadernillo, comienzo a registrar la hora y el lugar en donde me encuentro y
por supuesto mi próximo destino alguna Universidad para jóvenes escritores y si
es posible lo mas retirado del lugar en donde me crié. La próxima vez que abra
este cuadernillo será cuando haya realizado mi sueño.
Ya
han pasado seis meses, ya viaje en tren, pedí aventones, camine por largas
horas, toqué un sinfín de puertas, dormí en las calles, pasé frio, pasé hambre,
mis ahorros se acabaron, perdí mi paciencia, mi esperanza, mi Fe e incluso mis
sueños.
Hoy
es navidad, la gente tiene sonrisas dibujadas en su rostro las cuales me
contagia, pero me es difícil sonreír, mis labios permanecen inmóviles,
congelados como respuesta del frio.
Un
niño se acerca y me pregunta
¾ ¿Tienes
frio?
¾ Si,
lo tengo.
Me
acabo de dar cuenta que es la primera vez que hablo en estos últimos tres
meses. Algo esta sucediendo y no logro saber qué es, pero después de unos
segundos me doy cuenta que el niño luchaba contra su chaqueta intentando
quitársela para cubrirme del frio.
¾ Toma,
yo tengo muchas en casa –me dice el niño mientras pone su chaqueta alrededor de
mi cuerpo, es tan pequeña que solo me alcanza a cubrir parte de mi cuello.
Antes
de agradecerle al niño por su bondad, mi visión comienza a nublarse y caigo
desmayada.
Cuando
desperté, me encontré en un amplio cuarto con altas paredes blancas, por un
momento pensé que había muerto.
Un
hombre alto con ojos grises y una impecable bata blanca se acercó a mí y me
dijo “Estarás Bien” No entendía lo que sucedía hasta que una enfermera me lo
contó todo.
Resultó
que el padre del niño que me dio su chaqueta aquel día, me trajo inconsciente
al hospital y se encargó de pagar todos mis gastos médicos. Cuando el señor se acercó conmigo se presentó
muy amablemente y me contó que trabajaba como director de una importante
universidad para escritores en California, me dijo que había encontrado mi
cuadernillo rojo de entre mis viejas ropas buscando a alguien a quien llamar
pero solo encontró a una persona con mucho talento, me ofreció la oportunidad
de estudiar en su escuela con una beca del cien porciento y posteriormente me
quedé a trabajar como maestra de literatura. Hoy en día me siento la persona
mas feliz del mundo, he cumplido mi sueño y amo mi trabajo.
Muchas
personas piensan que el talento es cuestión de suerte, pero muy pocos saben que
la suerte es cuestión de talento.
Fabiola St
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