viernes, 6 de febrero de 2015

Lo que fue de ella. Frases

FRASES
Cada mañana me levanto y me digo esto: Es sólo un día, un periodo
de veinticuatro horas para superarte a ti mismo.



.
Cuando llego al estudio, Aldous está esperando fuera bajo el toldo. Me
mira, luego a mi cigarrillo y regresa a mi cara. Sé por la manera en que me mira, que está tratando de decidir si necesita hacer de policía bueno o
malo. Tengo que verme como una mierda porque opta por el policía bueno.

Los rumores, incluso los verdaderos,
son como las llamas: sofocan el oxígeno, chisporrotean y mueren.

—¿El “Genial” y la “Friki”?


Nunca he golpeado a una mujer en mi vida, pero por un minuto quiero
golpearla en el rostro, darle una idea del dolor que ella está describiendo
tan a la ligera. Pero me contengo y ella sigue, sin idea.

 Y sé lo que realmente está preguntando,
incluso si no lo hace: ¿Cómo se siente que la única cosa valiosa que has
creado provenga de la peor clase de pérdida?

¿Y cómo le digo a Aldous, cómo le digo a cualquiera de ellos, que la
música, la adrenalina, el amor y todas las cosas que mitigan lo difícil que
esto se ha vuelto, se han ido? Todo lo que queda es este vórtice. Y estoy
justo en el borde de él.

Mi cuerpo entero está temblando. Lo estoy perdiendo. Un día podría ser
sólo de veinticuatro horas, pero a veces sobrevivir a través de uno sólo
parece tan imposible como escalar el Everest


Mira el atardecer, me digo a mí mismo. Mira algo lleno de
belleza. Pero cuando vuelvo a mirar al cielo este es del color de un
moretón.

Idiota temperamental. Así fue como me llamó la reportera. Ella era odiosa,
pero en eso tenía razón.

Mi mirada regresa a la tierra y cuando lo hace son sus ojos los que veo. No
como los solía ver, a la vuelta de cada esquina, detrás de mis parpados
cerrados al iniciar cada día.

No quiero verla, me digo a mí mismo, no voy a verla. Sólo
quiero escucharla.

 Hace 5 años, en nuestra primera cita. Justo como sentí aquella noche, estoy lleno de gran anticipación, aun cuando se que no será como esa noche. Esta noche
no la besaré. O tocaré. O la veré de cerca.
Esta noche escucharé. Y eso será suficiente.



Se fue a Julliard un día después del Día del Trabajador. Yo la llevé al
aeropuerto. Me dio un beso de despedida. Me dijo que me amaba más que
a su propia vida. Luego pasó a través de seguridad.




—Oh —digo escarmentado, confundido. Por un segundo me pregunto si
estoy a punto de recibir una reprimenda.
El guardia dice—: A la señorita Hall le gustaría que viniera detrás del
escenario.

El guardia me lleva a una pequeña habitación,
abre la puerta y la cierra, y de repente ella está ahí. Realmente ahí. Una
persona de carne y hueso, no un fantasma.

Mi primer impulso no es tomarla, besarla o gritarle.
Simplemente quiero tocar sus mejillas, aún enrojecidas por la interpretación de la noche.

Quiero cortar a través del espacio que nos separa, medido en pies, no en
millas, continentes, o años, y llevar un calloso dedo a su rostro. Quiero
tocarla para asegurarme de que realmente es ella, no uno de esos sueños
que tantas veces tuve después de que ella se fue, cuando la veía tan clara
 como el día, y estaba listo para besarla o tomarla conmigo, sólo para
despertar con Mia más allá de mi alcance.

No puedo tocarla. Ese es un privilegio que me fue revocado. En contra
de mi voluntad, pero aun así. Hablando de voluntad, tengo que mantener
mentalmente mi brazo en su lugar, controlar el temblor de convertirse en un taladro.

—¿Eres tú de verdad? —Y su voz,
es exactamente la misma. No sé por qué me esperaba que fuera diferente,
excepto que todo es diferente ahora.
Su voz me sacude de nuevo a la realidad. De vuelta a la realidad de los
últimos tres años. Hay tantas cosas que exijo que me diga. ¿A dónde
fuiste? ¿Alguna vez piensas en mí? Me has arruinado. ¿Estás bien? Pero,
por supuesto, no puedo decir nada de eso.

Entonces, ¿cómo estás?
¿Cómo estoy? ¿Es en serio? Me obligo a levantar la mirada y ver a Mia por
primera vez. Ella sigue siendo hermosa. No en una manera obvia como
Vanessa LeGrande o Bryn Shraeder. Sino de una forma tranquila que
siempre ha sido devastadora para mí.

Los ojos de Mia encuentran los míos, y por un segundo temo que mi
fachada se derrumbará. Miro hacia otro lado.

Por tres meses, yací acostado en mi cama de la infancia, deseándome en
coma como Mía había estado. Eso tenía que ser más fácil que esto.

-¿Tú fumas ahora?
—No —Mia responde—. Pero acabo de tener una muy intensa experiencia
y me han dicho que el cigarrillo calma los nervios.
La intensidad de un concierto, a veces me deja reprimido y nervioso. —Así
me siento luego de los shows —le digo asintiendo.
Sacó un cigarrillo para ella, su mano aún temblorosa, así que sigo
prendiendo la punta del cigarrillo con mi encendedor. Por un segundo me
imagino agarrando su cintura para mantener su equilibrio. Pero no lo
hago. Yo sólo persigo el cigarrillo hasta que la llama parpadea a través de
sus ojos y enciende la punta. Ella inhala y exhala, cogiendo un poco. —No
estoy hablando del concierto, Adam —me dice antes de tomar una
elaborada inspiración—. Estoy hablando de ti.




—¿Qué hay acerca de los nombres? —preguntó Mia.
De nuevo al pasado, solíamos ir por nombres de músicos; ella escogería
una cantante de punk de la vieja escuela y yo escogería un músico clásico.
Joan o Frederick. O Debbie y Ludwig.
—Tú escoges —dije, porque no estaba muy seguro cuanto del pasado se
supone que debiéramos revivir. Hasta que vi los nombres que puso. Y
luego casi me caigo. Kat y Denny.
Cuando nota mi expresión se ve avergonzada.
—También les gustaba jugar a los bolos —se apresuró a explicar y cambio
rápidamente los nombres a Pat y Lenny

La miro en las sombras de la ciudad apagada, su cabello cayendo sobre su
rostro y puedo ver que trata de averiguar si me he perdido. Y tengo que
luchar contra el impulso de tomarla por los hombros y estrellarla contra
un edificio cerrado hasta que sintamos las vibraciones resonando a través
de ambos.

Porque de pronto, quiero escuchar sus huesos crujir. Quiero
sentir la suavidad que ofrece su carne, escuchar su grito de asombro
mientras el hueso de mi cadera se estrella contra el de ella. Quiero tirar su
cabeza hacia atrás hasta que su cuello esté expuesto. Quiero rasgar mis
manos por su cabello hasta que su respiración sea entrecortada. Quiero
hacerla llorar y lamer sus lágrimas. Y luego quiero llevar mi boca a la de
ella, devorarla en vida, transmitirle las cosas que no puede entender.


Nunca había visto la Estatua de la Libertad. Hay mucha gente. Aldous me
invitó una vez a un tour en un helicóptero privado, pero yo no me monto
en esos. Pero ahora que ella está justo aquí, puedo ver por qué está en la
lista de Mia. En las fotografías, la estatua siempre luce un poco sombría,
determinada, pero de cerca, es más suave. Pero tiene una mirada, como si
supera algo que tú no.
—Estás sonriendo —me dice Mia.
—Es agradable —dice Mia—. No la he visto en un tiempo.

—¿Quieres saber en dónde viven los espíritus de tu familia?
Repentinamente, siento como si estuviera hablando con un espíritu. El
fantasma de la Mia racional.
—Están aquí —dice ella, dándose un golpecito en el pecho—. Y aquí —dice,
tocándose la frente—. Los escucho todo el tiempo.


—¿Puedes oírlos ahora?
Hace una pausa, escucha, y asiente.
—¿Qué están diciendo?
—Están diciendo es que es un placer verte, Adam.


—No estoy asustada de los osos —dijo Mia desdeñosamente.
—Entonces, ¿Qué es?
—Yo, yo me siento como un objetivo perfecto aquí afuera.
—¿Objetivo perfecto para quién?
—No lo sé, personas con armas. Todos esos cazadores.
—Eso es ridículo. La mitad de Oregon caza. Toda mi familia caza, y ellos
cazan animales no campistas.
—Lo sé — dijo con una vocecita—. No es eso realmente… simplemente me
siento indefensa. Es sólo, no lo sé, el mundo parece tan grande cuando
estas al aire libre. Es como si no tuvieras un lugar, como cuándo no tienes
un hogar —Tu lugar está justo aquí —le susurré, recostándola y abrazándola más
cerca.


-Dejarlo no es duro. La decisión de dejarlo es difícil. Una vez
que te haces la idea, el resto es fácil.
—¿En serio? ¿Esa es la forma en que me dejaste?
Y así, sin pensar, sin decirlo en mi cabeza, sin discutirlo conmigo mismo
por días, sale.

—Estabas tan ocupado tratando de ser mi salvador que me dejaste sola —
dice—. Sé que estabas tratando de ayudar, pero me sentía, a la vez, como
si estuvieras apartándome, ocultándome cosas por mi propio bien y
convirtiéndome en más que una víctima.

Después de todo, los he perdido, también.

Sólo el estar aquí, estar lejos, fue todo mucho más fácil de una
manera que no había previsto. De una manera que no pensé que mi vida
podría ser más. Fue un gran alivio.

Ella dice que tengo que elegir: elegirte, o elegirme. Ella es
la última en pie.

No podía llamarte en un principio.
—¡¿Por qué?! —le grito—. ¿Por qué no?
Mia me enfrenta ahora. El viento está azotando su cabello de esta manera
en la que se ve como una especie de bruja mística, bella, poderosa, y
escalofriante al mismo tiempo. Ella niega con la cabeza y comienza a
alejarse.
¡Oh, no! Hemos llegado hasta aquí por el puente. Ella puede volar la
maldita cosa si quiere. Pero no sin decirme todo. Yo la agarro, le doy la
vuelta para que me enfrente.
—¿Por qué no? Dime. ¡Me debes esto!
Ella me mira, directamente a los ojos. Tomando un objetivo. Y luego
aprieta el gatillo.
 —Porque yo te odiaba.
—¿Me odiabas? ¿Por qué?
—Hiciste que me quedara.

 ¡Tienes que dejarme decir esto, Adam! Tienes que
escucharlo. Hubiera sido más fácil morir. No es que quiera estar muerta
ahora. No lo hago. Tengo mucho en mi vida por lo que siento satisfacción,
que me encanta. Pero algunos días, sobre todo al principio, era tan difícil.
Y no podía dejar de pensar que hubiera sido mucho más sencillo ir con el
resto de ellos. Pero tú… me pediste que me quedara. Me rogaste que me
quedara. Te impusiste sobre mí y me hiciste una promesa, tan sagrada
como cualquier voto. Y puedo entender por qué estás enojado, pero no me
puedes culpar. No me puedes odiar por tomarte la palabra.
Mia está llorando ahora. Estoy atormentado por la pena, porque yo la
reduje a esto.


Y de repente, lo entiendo. Entiendo por qué me llamó a ella en el teatro,
por qué vino a mí una vez que me fui de su camerino. De esto es lo que la
gira de despedida realmente se trata… Mia completando la ruptura que
comenzó hace tres años.

Dejándolo ir. Todos hablan de ello como si fuera la cosa más fácil.
Desplegar tus dedos uno por uno hasta que tu mano está abierta. Pero mi
mano se ha cerrado en un puño desde hace tres años; está firmemente cerrada. Todo en mí está firmemente cerrado. Y a punto de apagarse por
completo.

 Debido a
que todo lo que puedo oír ahora es un rugido en mi cabeza, un grito mudo
mientras Mia desaparece y trato de dejarla. Pero hay algo más, también. Una pequeña voz tratando de abrirse paso, de penetrar a través del rugido de nada. Y la voz se hace más fuerte y más
fuerte, y es mi voz esta vez y está haciendo una pregunta: ¿Cómo lo sabe
ella?





Hice lo correcto. Ahora lo sé. Debo de haberlo sabido siempre, pero ha sido
tan difícil de ver a través de toda mi rabia. Y está bien si ella está enojada.
Incluso está bien si ella me odia. Fue egoísta lo que me pidió que hiciera,
aunque terminó siendo la cosa más egoísta que he hecho.
La cosa más egoísta que tendré que seguir haciendo.
Pero yo lo haría de nuevo. Ahora lo sé. Me gustaría hacer esa promesa mil
veces y perderme mil veces de haberla escuchado tocar ayer por la noche o
para verla en el sol de la mañana. O incluso sin eso. Sólo para saber que
ella está en algún lugar. Viva.

Pero yo no estoy llorando por el dolor. Estoy llorando de gratitud.

 — Necesitaba alguien
para odiar, y eres al que más amo, por lo que eso cayó sobre ti.

Un Concierto no significa pararse frente a miles de personas
como un blanco. Significa unirse. Significa armonía.

No deseo su muerte. —Hace una pausa—. Aunque no estoy tan segura
con la tuya. Brayn



 Las piernas de Mia ya no tocaban el suelo, estaban envueltas
alrededor de mi cintura, sus manos clavadas en mi pelo y mis manos
enredadas en ella. Y nuestros labios… No había suficiente piel, suficiente
saliva, suficiente tiempo, nuestros labios estaban tratando de compensar
todos estos años perdidos. Nos besamos. Se encendieron los interruptores
de alta tensión.

—Seré tu acompañante —le digo—. Tu groupie. Tu utilero. Tu lo que sea.
Dondequiera que vayas, iré. Si así lo deseas. Si no, lo comprenderé.

- Siempre podré componer y tocar.
Incluso grabar de nuevo, pero ahora sólo necesito algo de tiempo a solas
con mi guitarra para recordar por qué me metí en la música en primer
lugar. Me voy de la banda tanto si eres parte de la ecuación, o no. Y en
cuanto a convertirme en tu guardián, en todo caso, yo soy el que lo
necesita.

—Ahora es mi turno de velar por ti —susurra, acercándose a mí,
sosteniéndome y envolviéndome en su manta, como si me estuviera
desmoronando. Me sostiene hasta que puedo recuperar mi cromosoma Y.


No me compartes. Tú me posees.




Yo canto la canción con todo lo que tengo. Entonces llegamos al coro:
Ódiame. Devástame. Aniquílame. Recréame. Recréame. No es así, no es así,
no me vas a recrear.

Cuando me acerco a un lado del escenario, la
veo allí, donde siempre se sintió más cómoda, sin embargo, en el futuro
previsible, ella será mi reflector, y yo voy a ser una de sus cuerdas, y eso
se siente bien, también.

El público sigue cantando, sigue haciéndome caso, y yo sigo caminando
hasta que estoy lo suficientemente cerca para ver sus ojos. Y entonces
comienzo a cantar el estribillo. Con ella. Y ella me sonríe, y es como si
fuéramos las únicas dos personas aquí, las únicas que saben lo que está
sucediendo. Y es que esta canción que todos estamos cantando juntos se
está reescribiendo. Ya no es un escrito furioso gritado al vacío. Justo aquí,
en este momento, por delante de ochenta mil personas, se está convirtiendo en algo más.
Este es nuestro nuevo voto.