viernes, 6 de julio de 2018

CAPÍTULO 2- DUELO



El duelo es la forma en que lidias con la idea de que una persona ya no estará más a tu lado.

Pasé por un estado de depresión intensa, mi vida no parecía tener la misma calidad de antes, estaba teniendo problemas constantes en el trabajo, mi carácter era explosivo, no tenía tanta paciencia, solo quería que acabara el día para poder ir a la cama a entretenerme en películas y series de televisión, o en cualquier cosa que me distrajera del dolor.

Tuve momentos en los que quería viajar 7 horas y arrodillarme a pedirle que volviera conmigo. Así de patético podría sonar para algunos. No quise hablarlo con alguien, debido a que no quería escuchar lo que ellos me iban a decir. “¡No te merece!, vales más que eso, es un estúpido, no vuelvas con él, no le llames” No hablaba de ello, porque en el fondo una parte de mi creía que había la forma en que pudiéramos volver y amarnos de nuevo. Pero mi parte racional me decía que ya nada iba a hacer como antes, era mejor que todo acabara antes de que terminara casándome y divorciándome enseguida, con tres niños llorando porque su padre no ama lo suficiente a su madre.
No voy a decirte que en un mes vas a olvidar y dejar de amar al que creías que era el amor de tu vida, porque sinceramente no desaparecerá nunca, es mentira eso de que el tiempo te hace olvidar. No olvidamos pero hay algo que si hace el tiempo, nos ayuda a aceptar que esa persona que amamos no nos ama desde hace un período y ya nos pertenece más; que debemos ser felices con los “quienes” que se quedan con nosotros y que darían su felicidad a cambio de la tuya. Encuentra la felicidad en tu madre, en tu padre, hermanos, sobrinos, tíos, abuelos, o en algún amigo cercano.

Cada mañana que me levantaba durante las tres semanas después de que Dylan terminara conmigo, era una lucha diaria interna. Apenas me levantaba y el dolor volvía, y yo me repetía en la mente “Vamos, tú puedes, todo va a mejorar” En ocasiones esa frase funcionaba pero en otras, sólo me hacía llorar y no querer levantarme de la cama todo el día.

Veintiún días habían pasado, y una mañana mientras jugaba en mi celular para mantener la mente ocupada, llegó un mensaje de él. A pesar de que ya habían pasado 21 días desde el verdadero rompimiento, al ver su nombre en mi pantalla, mi corazón enloqueció, mi lengua tenía un sabor amargo y mis labios me temblaban. Olvidé que estaba jugando y detuve el planeta por un minuto para leerlo. Muy en el fondo sabía que si lo leía, las cosas iban a cambiar mucho. Así fue. La situación empeoró.

El mensaje decía lo siguiente:
 Mindy, sé que no nos hemos hablado desde hace mucho tiempo, pero no quiero dejar un silencio perpetuo de simplemente desaparecer, quiero que sepas que eres la mujer que más he amado en mi vida y que cumpliré con la promesa que te hice de estar para ti siempre que me necesites. Te envío esto para decirte que te mereces mucha felicidad y por ello me mantendré fuera del margen y de no lastimarte más.

Me sentía devastada, me maldije por haber leído ese mensaje, comencé a llorar y a decir en voz alta “te odio, te odio, te odio” cerré mis puños, hasta que mis uñas me lastimaron la carne y una ira se formó dentro de mí. Después de eso hice la cosa más dolorosa y estúpida que pude haber hecho, guiándome por mi dolor e ira. Le contesté con una palabra “Cobardía”.

Eso era lo que pensaba de él en ese momento y tal vez lo siga pensando pero no era algo que tendría que haberle dicho, sólo quería lastimarle de vuelta, así como me había lastimado al decirme que se iba de mi vida, por decirme que me merecía lo mejor, si él era lo mejor para mí. En ese mensaje no expliqué el porqué de esa palabra. Y tal vez Dylan nunca vaya a saber por qué lo escribí. Pero ustedes sí.

La cobardía es cuando una persona se aleja ante las situaciones difíciles que se lleguen a presentar. No había mejor palabra que lo describiera. Decidió irse en cuanto tuvo la oportunidad, se rindió en lugar de pelear por mí, por salvar lo nuestro, porque me amaba, porque eso me había dicho al oído mientras hacíamos el amor… una semana antes de terminarme. He querido llamarle y decirle que lamento haberlo llamado cobarde y que estaba molesta, pero si lo hago al escuchar su voz, volveré a sacar, inventar y recrear esperanzas vacías de tener su amor devuelta.

Pero déjame decirte que a pesar de su cobardía ante mi situación, era muy valiente para todo lo demás. Vivía solo en una ciudad que no era la suya, trabajada arduamente todos los días, a pesar del miedo que tenía ante todo lo desconocido que se le presentaba, se levantaba a conquistar su éxito personal. Y yo lo admiraba por ello, y lo admiro aún.

La valentía en mi vida, consistía en dejar a lado mi avaricia y luchar por lo que valía la pena. Para mí lo que valía la pena era mi familia, mi novio en su momento y mis amigos cercanos. Por eso decidí tener un trabajo lo más cercano a mi nido. No me importaba el dinero de más que pudiera ganar en otra ciudad lejana, me importaba estar cerca de los que amo. Mi valentía fue quedarme con ellos. Aprovechar a mis padres antes de que Dios decidiera llevárselos.

No juzgo los motivos por los que Dylan hubiera decidido partir, él se sentía incompleto en nuestra ciudad, ni su familia, ni su comodidad, ni sus amigos, y ni yo, podíamos llenar esa parte vacía de su vida. El sufría tanto por no tener un empleo a su nivel de ingeniería. Me dolía verlo sufrir a diario por no encontrar algo suficiente bueno para él. Yo le pedía a Dios a diario porque llegara una oportunidad de trabajo buena. Y llegó mientras caminábamos bajo el Sol, después de haberme acompañado a mis citas en el hospital. Se sentía más animado, yo estaba tan feliz por él. En unos días más decidió irse a Monterrey con la certeza de que encontraría lo que buscaba. Y se fue.

Hablábamos por teléfono a diario pero por lapsos cortos de tiempo, ya que yo también trabajaba. Ambos estábamos cansados al final de la jornada, platicábamos lo relevante y dormíamos. Esto llegó a cansar a Dylan. El necesitaba a alguien que estuviera al 100 por ciento. ¡Pero vamos!, yo estaba a 7 horas, nunca podría estar al 100 con él. Se cansó de esto. Se cansó de hablar por ratos, de las pláticas por video chat, de saber que no nos veríamos pronto.  Ustedes que leen esto, quiero que sepan algo importante; La distancia no es un problema, el problema somos los humanos que no sabemos amar sin tocar, sin ver o sin escuchar. El amor se siente con el corazón, no con el cuerpo.

Ahora sé que Dylan no tiene la culpa de haber decidido alejarse de mí, porque probablemente con los años con mis acciones pude haber hecho que tomara esa decisión. Leí en una página de Facebook una frase que me hizo entrar en razón. Cuando la leía me imaginé que el autor había sido Dylan.
“Nada es para siempre y lo entendí, lo entendí porque ya no tenía ganas de estar con ella, ya no tenía ganas de las típicas peleas sin sentido, ya no sentía ganas de que las cosas se arreglarán, incluso tenía miedo de que lleguemos hablar y lo solucionábamos. El sentimiento era el mismo, la amaba, pero la decepción era fatal y ella mató las ganas."

Con esta frase yo me acercaba más a la aceptación, dolía hasta el hueso, pero me hacía aceptar que la culpa era en ambas direcciones, hasta que una mañana volvía a caer...

EL DIARIO

06 de julio de 2018

Ha pasado una semana más desde la última vez que escribí, ha habido mucha diferencia desde la última vez que escribí. Hoy fue un retroceso en cada pequeño paso que había dado. Me levanté a las 10:00 am y ¡pum! Me invadió una tristeza enorme, toda la tristeza que estuve guardando cada día que levantaba mi rostro y sonreía. 

Las lágrimas no dejaban de caer por mi rostro. ¡Realmente le extrañaba, quería un fuerte abrazo suyo, y que me dijera, sabes que te amo, ya no aguanto estar sin ti! Miraba mi celular mientras le llamaba mil veces telepáticamente. Me obligué a dormitar más tiempo para dejar de sentir. No lo logré, todo empeoró. Comencé a sentir de nuevo la falta de aire, era tanta la tristeza que pensé en hacer lo que fuera para dejar de sentirla. Fue ahí cuando la parte razonable en mí supo que había llegado el momento que más había temido.  

Tomé mi celular inmediatamente, con un miedo en mis ojos por haber pensado terminar con mi sufrimiento y le envié un mensaje: Siento que no puedo más, ¿Cómo hago para dejar de sentirme así?

Realmente lo que ese mensaje decía era: ¡AYÚDAME, TENGO MIEDO DE ESTA PARTE DE MI!

No podía contarle a mis padres mi sentir porque sabía que ellos estarían más preocupados y consternados por mí. Y no soportaría que mis padres sufrieran, bastaba con mi sufrimiento. No contestó inmediatamente. Me contuve yo misma obligándome a dormir.

Horas después contestó diciendo lo que yo ya sabía; él había decidido dejarme para siempre, me dijo que me distrajera con la gente a mí alrededor y que él había jurado no volver a “molestarme

Doy gracias a Dios de que me contestó horas después. Le respondí nuevamente diciéndole: Estoy mal. No hubo contestación.

Justo ahora escribo con tristeza, desilusión, asustada, mis manos me tiemblan, mis ojos gritan ¡Ayuda! Pero mi yo protector de lo que amo me dice: Soporta todo esto, no hagas que tus padres sufran por su pequeña, y que la ira que creció en ti, crezca en ellos.










Fabiola Ordoñes Santillan

miércoles, 4 de julio de 2018

CAPÍTULO 1 ADIÓS PISO FIRME


Se sentía como en aquel partido de sexto grado cuando jugabas fútbol con los niños de tu salón, y recibías accidentalmente un fuerte balonazo en el estómago. Sólo que en esta situación no había cancha, balón y amigos que corrieran a ayudarte a respirar. Solo estaba yo, mi teléfono celular, el dolor que me impedía respirar y mi corazón roto.

ADIOS PISO FIRME

Su nombre era Dylan Sorian, tenía 17 años cuando le conocí, popular, galán, amable y divertido. En ese tiempo no estaba interesada en salir con alguien, sólo me importaba la escuela, mis amigas y la televisión. Pero de algún modo la forma en que hablaba con la gente, te generaba confianza para acercarte a charlar. Y así fue; primero con simples saludos, pláticas cortas en los pasillos, caminar a tomar el transporte, salir un par de veces al cine ¿En qué terminó todo después de 8 años juntos? ¿Hijos no deseados? ¿Boda? En lágrimas.

En la preparatoria todo era fácil, no había preocupaciones de ningún tipo, y aun así Dylan y yo pelábamos todo el tiempo. Porqué se iba a casa sin avisar, porque no le llamaba, porque hablaba con chicas que no me agradaban, porque yo era celosa, porque él quería verme más seguido, por las contraseñas de nuestras cuentas, porque pasaba mucho tiempo con mis amigas, porque él no me presumía tanto como yo quería, porque yo no era romántica, porque él era demasiado romántico, porque siempre visitábamos los mismos lugares. Porque éramos niños y no sabíamos cómo funcionaba el amor.

Los primeros dos años, fueron los más complicados, puesto que nos comenzábamos a conocer, sin embargo nunca nos dejamos de hablar más de 24 horas. Nos amábamos, nos aceptábamos, nos perdonábamos. Con el  paso del tiempo fuimos comprendiendo que no importaban nuestras diferencias, mientras hubiera amor y supiéramos hablarlo siempre estaríamos juntos. 

El año número tres y cuatro fueron los años que más tiempo pasamos juntos sin tener grandes peleas, dulce época. El año cinco y seis fue una etapa de crisis, nos veíamos menos, hablábamos menos, teníamos mucho trabajo universitario, y el carácter elevado. Comenzaron las separaciones por ambos lados, duraban días e incluso semanas y a pesar de ello. Permanecimos. Los últimos dos años fueron los más hermosos años que pasé con Dylan, pero también fueron los años más difíciles en nuestras vidas. Terminamos la vida universitaria y comenzamos la vida laboral, esta vida que terminó separándonos.

Todo el tiempo me la pasé culpando al trabajo por nuestra separación. Porque no teníamos tiempo para sentarnos a platicar, porque no podíamos vernos debido a estar a siete horas de distancia, porque solo queríamos descansar en lugar de alimentar la relación. Ahora sé que el trabajo no tuvo la culpa, fuimos nosotros. No él, no yo. Ambos.

Yo puedo reconocer las cosas en que fallé, fueron muchísimas, pero en ningún momento deje de sentir la intensidad del amor que tenía por él. Sin embargo, el dejó a un lado nuestro amor, por buscar el éxito personal. Empresas reconocidas, trabajos remunerados, y negocios, fueron las cosas a las que le otorgó el privilegio de gobernar en su vida.

Pensé que era muy egoísta por perseguir esas aspiraciones sin tenerme en su vida. Pero también supe que yo sería egoísta si no le dejaba ir por ellas. Así que con el corazón en mi mano y la opresión de mi pecho le dejé ir. Una vez alguna persona en el mundo dijo: No puedes obligar a alguien a quedarse.

No era la primera vez que él me dejaba. Costó doble sufrimiento el aceptar dejarlo ir, y esta vez para siempre.