miércoles, 4 de julio de 2018

CAPÍTULO 1 ADIÓS PISO FIRME


Se sentía como en aquel partido de sexto grado cuando jugabas fútbol con los niños de tu salón, y recibías accidentalmente un fuerte balonazo en el estómago. Sólo que en esta situación no había cancha, balón y amigos que corrieran a ayudarte a respirar. Solo estaba yo, mi teléfono celular, el dolor que me impedía respirar y mi corazón roto.

ADIOS PISO FIRME

Su nombre era Dylan Sorian, tenía 17 años cuando le conocí, popular, galán, amable y divertido. En ese tiempo no estaba interesada en salir con alguien, sólo me importaba la escuela, mis amigas y la televisión. Pero de algún modo la forma en que hablaba con la gente, te generaba confianza para acercarte a charlar. Y así fue; primero con simples saludos, pláticas cortas en los pasillos, caminar a tomar el transporte, salir un par de veces al cine ¿En qué terminó todo después de 8 años juntos? ¿Hijos no deseados? ¿Boda? En lágrimas.

En la preparatoria todo era fácil, no había preocupaciones de ningún tipo, y aun así Dylan y yo pelábamos todo el tiempo. Porqué se iba a casa sin avisar, porque no le llamaba, porque hablaba con chicas que no me agradaban, porque yo era celosa, porque él quería verme más seguido, por las contraseñas de nuestras cuentas, porque pasaba mucho tiempo con mis amigas, porque él no me presumía tanto como yo quería, porque yo no era romántica, porque él era demasiado romántico, porque siempre visitábamos los mismos lugares. Porque éramos niños y no sabíamos cómo funcionaba el amor.

Los primeros dos años, fueron los más complicados, puesto que nos comenzábamos a conocer, sin embargo nunca nos dejamos de hablar más de 24 horas. Nos amábamos, nos aceptábamos, nos perdonábamos. Con el  paso del tiempo fuimos comprendiendo que no importaban nuestras diferencias, mientras hubiera amor y supiéramos hablarlo siempre estaríamos juntos. 

El año número tres y cuatro fueron los años que más tiempo pasamos juntos sin tener grandes peleas, dulce época. El año cinco y seis fue una etapa de crisis, nos veíamos menos, hablábamos menos, teníamos mucho trabajo universitario, y el carácter elevado. Comenzaron las separaciones por ambos lados, duraban días e incluso semanas y a pesar de ello. Permanecimos. Los últimos dos años fueron los más hermosos años que pasé con Dylan, pero también fueron los años más difíciles en nuestras vidas. Terminamos la vida universitaria y comenzamos la vida laboral, esta vida que terminó separándonos.

Todo el tiempo me la pasé culpando al trabajo por nuestra separación. Porque no teníamos tiempo para sentarnos a platicar, porque no podíamos vernos debido a estar a siete horas de distancia, porque solo queríamos descansar en lugar de alimentar la relación. Ahora sé que el trabajo no tuvo la culpa, fuimos nosotros. No él, no yo. Ambos.

Yo puedo reconocer las cosas en que fallé, fueron muchísimas, pero en ningún momento deje de sentir la intensidad del amor que tenía por él. Sin embargo, el dejó a un lado nuestro amor, por buscar el éxito personal. Empresas reconocidas, trabajos remunerados, y negocios, fueron las cosas a las que le otorgó el privilegio de gobernar en su vida.

Pensé que era muy egoísta por perseguir esas aspiraciones sin tenerme en su vida. Pero también supe que yo sería egoísta si no le dejaba ir por ellas. Así que con el corazón en mi mano y la opresión de mi pecho le dejé ir. Una vez alguna persona en el mundo dijo: No puedes obligar a alguien a quedarse.

No era la primera vez que él me dejaba. Costó doble sufrimiento el aceptar dejarlo ir, y esta vez para siempre.

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